A causa del COVID-19 nos hallamos ante un desafío sin precedentes en la historia, que ha provocado un vuelco de los esfuerzos de gobiernos e industria farmacéutica. Se trata de una lucha contra el tiempo en el que sólo el desarrollo y producción de la vacuna no va a ser suficiente para atajar el virus.

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Se trata de la gente y de la sociedad

Las consecuencias de la pandemia no se limitan a las médicas, ya que toda la sociedad se ha visto severamente afectada por la reducción de la eficiencia y sus funciones como tal. El problema viene, además, que para que sea totalmente efectiva una vacuna contra el Coronavirus, no se puede limitar su aplicación a una escala corta de tiempo.

Una aplicación complicada

Existe la creencia de que al existir una vacuna efectiva y disponible, al vacunarse un individuo, el problema está solucionado o al menos para esa persona.

Pero eso es sólo la primera pieza de un puzzle enorme. Para un resultado óptimo en la población, al menos el 85% de la humanidad debería vacunarse. Para lograr eso, la fabricación de miles de millones de dosis y sus consecuentes desafíos logísticos, deben ser atajados. Por desgracia, la distribución y transporte de una vacuna, difiere mucho de cualquier otro producto.

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En el vídeo podéis ver a Klaus Hermansen, ingeniero biotécnico de la junta de Metenova, desarrollar este tema.